miércoles, 15 de febrero de 2017

Rigoletto - Acto II

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El segundo acto empieza un rato después, en palacio, donde el duque está teniendo un ataque agudo de flashback. El noble tenor, cuya conexión con la realidad (la realidad operística, no se me asusten) nunca ha sido muy fuerte, se había puesto contentísimo porque había confundido flashback con playback y pensó (es un decir) que le venía un ratito de mover los labios sin tener que gastar su privilegiada voz, y para cuando se enteró de que era justo lo contrario, y que nos tenía que contar que Gilda había sido secuestrada, cosa que ya sabíamos, y lo que es más importante, por qué demonios lo sabe él, que se había ido justo antes del rapto, era demasiado tarde para echarse atrás. En resumidas cuentas, un tenor que se pasa un cuarto de hora contándonos algo que ya sabemos: si esto no es la esencia de la ópera, ya me dirán ustedes qué puñetas es la esencia de la ópera. 

Un duque, una epifanía