lunes, 24 de abril de 2017

Rigoletto - Acto III


El tercer acto de Rigoletto empieza, aunque no se lo crean ustedes, con personajes de ópera diciendo (bueno, cantando) insensateces, que es algo que jamás se ha visto en una ópera y provoca el más profundo de los estupores en cualquier persona de bien que (casi siempre por accidente y en contra de su voluntad) se vea expuesta a las andanzas del bufón y su saladísima chiquilla. Porque son ellos los que aparecen en escena manteniendo un diálogo de besugos o de soprano y barítono, valga la redundancia. Para resumirlo, la chica con nombre de banderilla sigue enamorada hasta las trancas del duque, y su papuchi (el de la chica, no el del duque) está hasta la chepa de la criaturita y quiere convencerla de que el duque es más malo que el sebo. Y para ello lleva a su hija nada menos que a la casa de Sparafucile, el emprendedor aquel al que habíamos visto en actos anteriores publicitándose para asesinatos y secuestros como quien anuncia que cuida niños por horas.